La figura del árbitro tiene un papel fundamental para el buen funcionamiento de la competición deportiva. Se necesita una serie de capacidades y habilidades entre las que destacan su aptitud técnica, el conocimiento del reglamento y una correcta ubicación en pista (Vaquera, Mielgo-Ayuso, CallejaGonzález y Leicht, 2016). Son competencias exclusivas de cada deporte y necesarias de conocer por los jueces, si quieren asumir dicho papel dentro de la competición. Un buen uso de ellas va a desarrollar una auto-eficacia arbitral (Myers, Feltz, Guillén y Dithurbide, 2012), que permita adquirir una experiencia propia
en el juicio arbitral (Dosseville, Laborde y Raab, 2011; Pizzera y Raab, 2012). En baloncesto, dichas aptitudes adquieren mayor importancia, debido a la cantidad de acciones que se producen en cada jugada, visibles de ser valoradas y sancionadas en su caso (Mouche, Delgado y Elías, 2008).
El árbitro, para poder desarrollar una correcta intervención valorando las diferentes acciones técnico-tácticas, necesita realizar diferentes movimientos en función donde se esté desarrollando el juego. Se establecen unos movimientos específicos para cada árbitro. En categorías de formación el arbitraje se lleva a cabo con la presencia de dos jueces (Reglas Oficiales de Baloncesto, 2010), cuyos movimientos distan mucho de los que se realizan en arbitraje FIBA, donde existen el arbitraje de tres jueces. Esta investigación se realiza con un sistema de arbitraje de dos jueces. Existe un árbitro de cabeza, que se sitúa a la izquierda de la canasta y que se encarga de controlar el juego más cercano al cesto, rectángulo 4 (zona no sombreada del gráfico 1), mientras que el árbitro de cola, situado en la parte izquierda, cerca de la mesa de oficiales, se encarga de los rectángulos 1, 2, 3 y 6 (zona sombreada). Además, la zona que aparece más oscura (rectángulos 5 y 6), se encargan de controlarlo ambos árbitros, pues son las de más influencia (gráfico 1).